En este artículo partimos de la premisa de que el comunismo no se ha dado en la realidad. La fórmula de una sociedad de trabajo basada en de cada cual su capacidad y participación y a cada cual según sus necesidades, no se ha realizado en la historia de la sociedad. Esta formulación es del propio Marx.
Por otra parte otros teóricos, como Iván Ilich, han profundizado en la teorización de la sociedad futura postcapitalista. Elaboró el concepto de sociedad convivial, para la convivencia pacífica, en contraposición a la sociedad edípica, que consiste en uno contra todos o todos contra todos, porque sino te echan del mercado, generando competitividad y violencia social. Además la sociedad convivial o comunista está constituida por campos, fábricas, talleres o instituciones de pocas moléculas, para evitar el estalinismo con una burocracia dirigente de grandes instituciones, etc…
La segunda ley es todo de todos: las máquinas, fábricas, campos y talleres además de las instituciones son órganos sobre el cuerpo sin órganos de la sociedad. El deseo se vuelve objetivo y el individuo ya no se siente mutilado, dejando de ser individuo o “yo”. Esto se denomina socialización de la producción, y no sólo la de tu fábrica o campo. Esto conlleva además la democracia en el trabajo: sin jerarquía, autoridad y obediencia. Y sin presiones para el aprendiz del trabajo.
Las instituciones son hechas a la medida del individuo, del hombre, como su más preciosa esencia.
Hablamos de individuo, pero habría que hablar de personalidad, ya que el comunismo implica un cambio en la unidad de lo vivo, por una parte, y de la unidad estructural de la máquina por otro lado. Samuel Butler es el creador de estos dos nuevos conceptos en “El libro de las máquinas”. En él supera la unidad estructural de la máquina, con lo cual supera el concepto de máquina dando cuenta sólo del funcionamiento y no de la formación del cuerpo. Se sustituye por el concepto de máquinas dispersas que dan cuenta de la formación del cuerpo, como los constituyentes de la célula: mitocondrias, ribosomas, ARN, ADN, membrana, etc…, que son máquinas autónomas pertenecientes a diversos orígenes. Un papel trascendental tienen las enzimas alostéricas en la formación y constitución del ADN, colocando cada nucléotido en la estructura de la molécula de ADN.
La unidad de lo vivo se supera por la consideración de las máquinas técnicas como órganos del cuerpo sin órganos que constituye la sociedad, de tal manera que el individuo se expande hasta pertenecerle todos los instrumentos sociales como prolongaciones suyas. Lo biológico se confunde con lo biofísico. De tal manera que el deseo se vuelve objetivo y no mutilado como en la propiedad privada de los medios de producción, donde sólo tiene lo que le pertenece según el derecho de libre empresa. Hay tantos seres vivos en la máquina como máquinas en los seres vivos. Así aparece el concepto de personalidad.
Con esta revolución biológica del concepto de hombre es muy fácil el cumplimiento del mandamiento de la sociedad comunista -todo de todos. Se establece una sociedad de trabajo en la que cada cual contribuye según su capacidad y participación, y a cada cual según sus necesidades.
Como se llega a esto, pues según la formulación de que la producción social es la producción deseante en determinadas condiciones, sólo existe el deseo y lo social y nada más.
La propiedad privada en un momento del desarrollo social se convierte en impulsora de la productividad social. Pero llega un momento en que se convierte en un obstáculo social al desarrollo de la producción social. Tiende hacia un límite que no deja de inhibir y contra el que no deja de caer toda la represión, es el límite absoluto, la esquizofrenia como final de trayecto. Es decir, para que se de el comunismo hace falta una revolución biológica. Los nazis intentaron una revolución biológica, pero mal entendida, porque era de rasgos aparentes y no fundamentales. No tenía en cuenta los rasgos profundos del ser humano, los rasgos subatómicos, sino solamente los rasgos superficiales, como la estatura, el color de la piel y el de los ojos… La revolución biológica necesaria afecta al cambio de comportamiento, que es el realmente significativo desde un punto de vista de la selección natural. La revolución biológica nazi era mitológica.
La revolución biológica natural se manifiesta primero en el deseo revolucionario. Obedece a un perfeccionamiento subatómico. Acaba con la coraza represiva del “yo” y profundiza hasta el impulso primario que se divide en sexualidad y trabajo, de una manera expansiva y con un talante colaborador. De hecho una salud mental plena requiere una potencia orgásmica. Así que la revolución tiene un final escatológico entre la máquina analítica, la máquina revolucionaria y las máquinas deseantes. Éstas deben estar pacificadas.
Con la abolición de la propiedad privada desaparecen las clases sociales y el representante de la clase dominante, el Estado liberal. Es sustituido por un proceso material de producción.
La dirección asamblearia tiene que tener en cuenta el proceso histórico objetivo y qué ataduras tradicionales impiden el desarrollo progresista de la producción.
En el terreno de la sexualidad la revolución deseante será primero a cada cual sus sexos. Es el análisis variable de la sexualidad.
Las profecías de Marx sobre el comunismo son pocas, bastante tuvo con analizar el Capital y sus formas de desarrollo. Pero en el último capítulo desarrolla el concepto de propiedad individual del trabajo, que viene a ser la propiedad del trabajo no pagado por el capitalista, es decir, la plusvalía, que pertenecería al trabajador, con lo que se acaba la explotación del hombre por el hombre. A esto Marx le llama el fin de la prehistoria y comienzo de la historia humana.
Hay escuelas no deterministas económicamente que niegan que la historia esté escrita y que conduzca al comunismo. Tienen su parte de razón, pero el marxismo lo único que dice al respecto es que la historia sólo en última instancia obedece a la economía. La regla de oro es que el desarrollo de las fuerzas productivas cambia la estructura económica o las relaciones de producción. La otra regla de oro del marxismo, como ciencia de la historia, es que la sustancia del valor es el trabajo. Sólo en última instancia el marxismo es determinista económicamente. El paso del feudalismo al capitalismo es analizado correctamente por las leyes marxistas, y las de la sociedad antigua a la sociedad feudal. Aunque hay una visión rival del marxismo a la hora de analizar la crisis del siglo XIV que es la cliometría o análisis del clima, que viene a decir que hubo un enfriamiento climático en el siglo XIV, que produjo la crisis de las cosechas de trigo y el posterior encadenamiento de los hechos históricos catastróficos. En vez de la teoría marxista que analiza una crisis en las fuerzas productivas que provoca un cambio en la estructura económica de la sociedad feudal. Sólo los mejores preparados darían paso a formas de producción capitalistas. Eso constituiría la crisis del sistema económico feudal. El desarrollo de las fuerzas productivas en ciertas regiones cambiaría la estructura económica de la sociedad. Alrededor del siglo XVI comenzaría la era capitalista, con la expansión de ciertos países europeos por el resto del mundo. Tendría lugar la lenta producción de Capital. Se daría la revolución comercial. Y hay que esperar hasta el siglo XVIII para que el Capital acumulado, sobretodo en el expolio de la industria artesanal india, haga las máquinas, preferentemente la máquina de vapor en el terreno de la energía, y de las máquinas en la producción de algodón, que fue la primera industria capitalista. Poco después le sucedería la producción de hierro. A este proceso productivo se le denomina transición industrializadora. Aquí se da el mismo mecanismo: el desarrollo de las fuerzas productivas cambia las relaciones de producción. Nace la estructura capitalista entre empresarios y obreros. La génesis del empresario es muy diversa, desde proletarios emprendedores, hasta comerciantes, industriales y nobles. Después de ver la génesis del Capitalismo queda más claro el determinismo económico como base del marxismo en el terreno histórico.
Para que se de el comunismo hace falta una revolución biológica del hombre, que comienza en el deseo revolucionario. Como ya dijimos, la producción social es la producción deseante en determinadas condiciones. Las condiciones comienzan con la victoria del capitalismo, que llevan a la sociedad por un sentido único, que compromete el porvenir de la especie humana, según las leyes de la selección natural. El comunismo es la continuación del capitalismo. El capitalismo en su reproducción social interioriza límites relativos, pero hay un límite absoluto que el capitalismo no deja de inhibir, el comunismo, con la socialización de la producción ( todo de todos ) y la democracia del trabajo como organización de la producción: sin autoridad, sin obediencia y sin jerarquía y con todo el tiempo del mundo para el aprendizaje. Simplemente se trabaja por placer.
La plusvalía es producida por los trabajadores, por la fuerza de trabajo, en un sistema con divorcio del trabajo del capital, pertenece a los trabajadores. Es decir, para trabajar no es necesario, como ahora, engancharse al capital.
Para producir el Comunismo es muy importante superar la unidad singular de lo vivo, el organismo, como conjunto molar de moléculas. Las fábricas, campos, talleres e instituciones se convierten en órganos del cuerpo sin órganos del socius, desde un punto de vista de pocas moléculas formándolo. Y por otra parte, todo se monta como funciona, en un funcionalismo molecular en la dispersión de las máquinas que funcionan como se forman. Un doble paso al límite, más allá de la unidad estructural de la máquina y de la unidad específica de lo vivo. Se confunden lo biofísico con lo biológico, que hace que haya tantos vivientes en las máquinas como máquinas en los vivientes.
El deseo es máquina, máquina deseante. El deseo es un proceso revolucionario, un proceso esquizofrénico. Es revolucionario por ser lo que quiere. Lleva su propio camino y sigue sus propias leyes. El deseo que vence es el deseo productivista, el deseo que revoluciona las fuerzas productivas intensivas, que desautoriza la energía del petróleo, por una energía más productiva y tan barata como las fuerzas de la naturaleza. Sólo puede ser el hidrógeno líquido, que funciona como la energía solar: dos átomos de hidrógeno se fusionan en uno de helio, y se produce un fotón de energía. Al ser gratuita hace que el dinero sea inservible en los intercambios comerciales. Hace desmoronar la estructura económica capitalista, por una sociedad de trabajo, cuyas leyes son de cada cual su capacidad y participación y a cada cual según sus necesidades. Es decir, la propiedad individual del trabajo. Sin clases ni Estado.
La teoría de la praxis marxista autoriza el teorema del colapso del capitalismo.
Según éste, llegado el momento de crisis de la productividad del capital en el centro, es decir, Estados Unidos, éste pone en marcha una política de aumento del trabajo intensivo en el Tercer Mundo, por lo que consigue plusvalía, pero no consumo que realice la plusvalía. Entonces cambia de política y concede reformas liberales que aumentan el consumo hasta la clase media, pero no hay plusvalía, llegando hasta el colapso del sistema. Esta teoría la defienden no sólo los comunistas sino también la élite intelectual de la socialdemocracia.
Este neocomunismo rompe con el concepto leninista de clase, que inventa el concepto de clase obrera, como opuesta a la clase burguesa. Se basa en el salario como definición de clase proletaria. Pero ésta permanece serial. El neocomunismo unifica el concepto de clase obrera, industrial y banquera como salida del mismo chorro capitalista. La clase sería el negativo de los òrdenes, castas y rangos, que ocultan su naturaleza económica. El corte con el concepto de clase pasaría a ser los fuera-clase, que les caracterizaría su papel destructivo de la economía capitalista.
Carlos Santos