Esta anécdota ocurrió en la Universidad de Zaragoza, en la carrera de Geografía e Historia, en la Facultad de Filosofía y letras. A mí me faltaban de dos a tres asignaturas para licenciarme. Una de ellas era Geografía Regional del Mundo, que ese año la impartía un profesor que trabajaba en la Caja de Ahorros de la Inmaculada (la CAI). Este dato es muy importante para comprender la trama de los acontecimientos.
Empezó la clase y el profesor enseguida se dejó caer que los pobres no servían para nada, se sobrentiende por su falta de dinero para invertir. Yo rápidamente salté y expliqué lo que tenían los dos países que había comentado: por un lado Bolivia, que dije que tenía minas de plomo y zinc e indios. Por otro lado se refirió a Jordania, explicándole el papel mediador que tuvo en la Guerra del Golfo. Para rematar la faena yo hice mención a la Revolución. Todos los alumnos se pusieron a favor del profesor porque era la autoridad; las chicas pedían una tila para calmarse los nervios. La cuestión es que la clase terminó en un cuarto de hora. A la salida me esperaba una de las chicas para ligar conmigo. Estuvimos hablando una media hora. Me dijo que su padre le había gritado mucho y que yo había gritado también en mi respuesta vehemente al disparate del profesor, ¡cómo no iba a gritar!. Había un ambiente extraño de cinismo y connivencia con un profesor que trabajaba también en una Caja Comercial. De ahí su radicalismo de ideología capitalista. Yo tuve que defender en solitario mi condición de pobre y al Tercer Mundo.
El profesor intuyó mi condición de marxista, así que empezó la clase siguiente haciéndome la pelota utilizando la palabra de plusvalía, pero era la plusvalía de la contabilidad comercial y no el concepto marxista de plusvalía, en la que se basa la explotación del capitalismo. La cuestión es que por segunda vez la clase terminó en otro cuarto de hora, amenazándole con la denuncia de lo dicho en clase por parte del profesor. Además ví que los métodos del comercial iban a seguir, así que me despedí de ir a clase más.
En cuanto a la parte rosa del relato: la chica con la que hablé me esperó a las once de la mañana frente a la puerta de la Facultad de Filosofía y Letras, pero yo no le dije nada de declararme como novio, y aún volví a verla por la Plaza España con un chico que iba a tres metros por detrás, sonriéndole por que me alegraba de que fuera acompañada, respondiéndome con una cara contrariada, como diciendo: ¡no me quiere!. Pero es una chica que se enamoró del que contestaba al profesor, estando ella a favor del poder. Muchas contradicciones por su parte para una relación de pareja. Por otro lado, todos los de la clase que me veían me decían que volviera a la clase. En el fondo les gustaba.
El profesor y yo nos volvimos a ver el día del examen. Nos presentamos sólo dos, de los cuales el otro se fue y quedé solo para realizar el examen. Cayó hablar sobre la Comunidad Económica Europea. Cuando terminé el examen el profesor comercial, gente con muchos complejos a pesar de su estatus, me dijo que le leyera el examen. Al finalizar, me dijo que qué nota me pondría. Yo le dije que no podía hacer eso, así que él me preguntó qué me parecía un notable y yo le dije que muy bien. Esta conducta del profesor venía dada por un complejo de culpabilidad e inferioridad. Quería quedar bien conmigo de alguna manera. Esta asignatura la estudié con el libro de Geografía “Espacios y Sociedades”.
Carlos Santos