Hay diferentes maneras de cobrar un salario por la fuerza de trabajo, o sea, el dinero que sirve para la reproducción del trabajador.
Parto desde una concepción materialista del trabajo y la vida. Habría tres maneras de trabajar: una de manera idealista, otra cínica y la última placentera. Entonces, como buen materialista, me ahorro el trabajo del primer tipo, que consiste en producir por el amor fuera de sí, alienado y objetivo. Ejemplos: amor a la empresa, al trabajo desde fuera, es decir, el trabajo ya objetivado, fuera de la persona. O sea, al puesto de trabajo, con connotaciones como la jerarquía, el seguimiento ciego al jefe…
Para mí, esta etapa del deseo no existe.
Por lo cual, comienzo en la manera cínica de trabajar, que es trabajar por dinero. Esto no es nada individualista o revolucionario y egoísta. Producimos en la forma que quiere el capitalismo. Damos nuestra sangre y nervios para que el capital se valorice. No somos nada egoístas, más bien reprimidos que trabajamos para el proceso social de la producción en las condiciones del modo de producción capitalista. Alimentamos a la clase dominante. Todo ello con un sentimiento de culpa por parte de los que han abandonado el trabajo por amor a la empresa y al jefe, por ejemplo. Pero que lo mantienen como posibilidad ideal, pero que no funciona, no se cumple.
Y tendríamos para finalizar, la consecución del placer de trabajar. Utilizar el trabajo para disfrutar. Aquí, al contrario que el trabajo por amor a un objeto (el capital), el trabajo sería una sensación subjetiva de placer. Lo instrumentalizado por el individuo de manera egoísta del todo. Pero la naturaleza de este tipo de trabajo productivista es social a primera vista. Se trabaja para las necesidades materiales básicas, que una vez conseguidas, se da paso al trabajo en cooperación, con atributos como, la curiosidad, la exploración científica, la fascinación por el entorno y la naturaleza, la innovación y la creatividad. Es decir, se llega a trabajar, por el número total de personas, en las instancias más sublimes y elevadas del ser humano. Con todo ello, el trabajo se revalorizaría, pasando a ser una actividad apreciada y dominante de la sociedad. El Trabajo como placer y liberalizador de la creatividad y espontaneidad del Hombre.
En la producción no placentera, el trabajo se te impone, mientras que en el trabajo por placer, te sirves de la producción, siguiendo el principio del placer.
La propiedad individual del trabajo, o sea, la apropiación de todo el trabajo por el obrero, si se hace con placer, esta forma de trabajar, indirectamente es comunitaria o convivial. El trabajo individualmente placentero es directamente proporcional al trabajo cooperativo. Al ser más productivo, se trabaja de manera socialista. Todo ello porque con placer se trabaja más, se saca más plustrabajo y aumenta la productividad.
Con el trabajo placentero, seña de identidad de una sociedad comunista, se acaba con el antagonismo, no individual, sino de clase. Es decir, se coloca el individualismo en favor del beneficio de la comunidad. Cuanto más trabajas más se aprovecha la sociedad. Mientras que ahora más se aprovecha el capital. Por contra, lo que le sucede al empresario es que la competitividad de los individuos es para sacar al contrario del mercado. Todo ello actuando con el telón de fondo de la explotación obrera. Los intereses del empresario y el trabajador son antagónicos o contrapuestos. En la clase media funciona el complejo de Edipo, que es competir, como ya hemos dicho, para mandar al rival fuera del mercado. Éstos son los empresarios, dueños de los medios de producción. Lo que les interesa es el dinero que rinde su capital. Mientras que los obreros trabajan por un común objetivo: la producción, si no fuera por la existencia del mercado, que se rige por la ley de la oferta y la demanda, que hace que la producción no sea necesaria, que se tenga que reducir. Esta contradicción hace que producir más de ese límite del mercado sea la ruina del capital. Los trabajadores conviene que trabajen mucho, hasta cierto límite de expansión del mercado, para que gane más el propietario de los medios de producción. Las maneras de actuar o trabajar, en el caso único de los obreros, es diferente. Al empresario le interesa competir para sacar a las empresas rivales del mercado. Mientras que los obreros trabajan asociadamente en pos de la producción de la unidad productiva (fábrica, almacén, taller…). Como los obreros son incapaces de dejarse llevar, de relajarse, por presiones de la Autoridad y de la represión sexual que sufren, trabajan de manera masoquista. Los empresarios funcionan con el complejo de Edipo: la competición con el padre para conseguir la madre. Esto equivale a la rivalidad competitiva, que como no se ha matado al padre se lucha por sustituirlo.
La economía de mercado condiciona la producción: producir, pero en las condiciones del capital. En cambio en el socialismo no hay límite a la producción. Liberación de las fuerzas productivas en una formación social comunista.
Cuando descubrimos el carácter social de la producción, entonces vemos que lo que sobra es la forma de apropiación de la producción, del plustrabajo, la propiedad privada de los medios de producción. Es la manera asociada del trabajador o trabajadores en la producción, la que anuncia el régimen socialista de producción. Mientras que la manera de competir, con la producción arrebatada a los trabajadores, del empresario con otros empresarios, lleva a la autodestrucción económica. Con el complejo de Edipo están todavía bajo la ley del padre, o sea, del Estado. Aunque éste beneficie a la clase dominante. En resumen, unos trabajan, otro se beneficia del trabajo y compite contra otros, que también se han apropiado del excedente de los trabajadores, con la intención de sacarlos del mercado. La empresa debe ser rentable para subsistir. Como vemos, ahora son los esclavos de la máquina social los que mandan a otros esclavos. Es el mercado el que condiciona al empresario.
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